martes, 10 de enero de 2017


Nubarrones sobre las residencias

Xabier Monreal Pinillos
Miembro de la Asociación de Familiares de Residentes de Bizkaia Babestu 

EL CORREO, 10-1-2017

  
            Desde el pasado 25 de diciembre, según la Ley 12/2008 de 5 de diciembre, los servicios sociales son para la ciudadanía vasca un derecho universal y subjetivo. Esto significa que toda la ciudadanía tiene la potestad de exigirlos en su relación con los poderes públicos. A pesar de ello, la administración vasca, y la Diputación Foral de Bizkaia en particular, ha infravalorado con su habitual autocomplaciencia todo lo que se le venía encima desde hace mucho tiempo: primero, el envejecimiento progresivo de la sociedad vasca y su número creciente de dependientes; segundo, el agravamiento de nuestro bienestar como resultado de la gran crisis económica europea; tercero, su gran apuesta por un modelo estructural de residencias hegemónicamente privado que deja ese derecho universal y subjetivo de la ciudadanía vasca al albur de empresas cuyo objetivo capital inherente es la obtención del máximo beneficio posible. Alguien ha olvidado que las necesidades de asistencia y atención social solo pueden afrontarse a través de una organización que esté basada, precisamente, en las necesidades, no en los beneficios; una organización controlada por los ciudadanos, no por el interés de los beneficios; porque da la oportunidad a la gente de influir solo por el hecho de que son ciudadanos. 
Sin embargo, pese a una inversión pública significativa - y más allá de los grandes números y del marketing estupendo que tan bien nos presentan -  nuestros mayores dependientes, nuestras familias y miles de trabajadoras del sector son víctimas indefensas de los poderes anónimos. El gobierno foral, en su prioridad de externalizar los servicios sociales de residencias, es responsable primera de la desatención de los derechos de sus ancianos,-as. Hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de las plazas de las residencias son asignadas por la Diputación, a través de los pliegos de concertación. Asimismo, la administración pública competente es responsable última, ya que está ausente en el control del modelo de gestión, oscuro e ineficaz. De hecho, el conflicto colectivo actual en las residencias concertadas, más allá de las condiciones precarias laborales que afecta en su mayoría a mujeres trabajadoras, es consecuencia de una organización ineficiente y obsoleta, donde hasta ahora la administración foral solo ha intervenido para reforzar a las empresas afines.
Resulta muy llamativo que la impostura de las empresas privadas y el ente foral sea la misma: un magnífico servicio asistencial donde el único asunto problemático presenta una base laboral. Se entiende perfectamente por parte de las empresas privadas, qué iban a decir si no. La inmensa mayoría de las familias de los residentes de Bizkaia, aquellas que estamos en “primera línea”, sabemos que, pese a los servicios máximos, durante las huelgas de una negociación colectiva inexistente la atención ha sido similar, pésima. Los ciudadanos / clientes y la Diputación han seguido pagando lo mismo a las sociedades limitadas, con los impuestos de todos los vizcaínos y el esfuerzo económico inmenso de las familias. Casi ni hemos notado diferencia alguna en el servicio asistencial antes o después de las huelgas. Las empresas, sin embargo, seguro que han aumentado sus beneficios por el mismo servicio deficiente.
Desde allí donde se hacen políticas sociales desde el siglo XIX y donde todavía los servicios sociales son hegemónicamente públicos, el exprimer ministro sueco Olof Palme manifestaba que la democracia presupone una sociedad donde sus políticas estén al alcance de toda la ciudadanía y tengan la capacidad de ser entendidas por todos, porque en su análisis final expresan valores e ideas comunes a todos nosotros. Es el pueblo mismo el que configurará su futuro y la base de la solidaridad y la cooperación. No necesitamos entregar las decisiones a los otros sin hacer nada. No necesitamos entregar las decisiones a los expertos. Palme afirmaba que, ante los nubarrones de la burocracia, “el guerrero es quien mejor sabe de qué pie cojea”; es decir, en este caso las guerreras somos las familias y las trabajadoras de base del sector, sobre todo, aquellas que estamos en mayor contacto con nuestros mayores y quienes más sufrimos todavía las secuelas de una gran crisis. La Diputación de Bizkaia atiende con un carácter oficinesco y de difícil acceso, malgasta por falta de control al no supervisar de forma continua la atención externalizada de nuestros mayores, donde los recursos materiales son inexistentes, precarios o antediluvianos. Las trabajadoras de base, las de “primera línea”, mujeres con unas condiciones laborales precarias, pertenecientes al sector más frágil de nuestra sociedad, trabajan en una ratio insuficiente ¡La mitad que en el modelo sueco actual! Quizá alguien piense que tienen el don de la ubicuidad. Uno se pregunta si el camino a seguir es el mismo que acaba de ser aprobado por el Ayuntamiento de Iruñea con la remunicipalización total de los servicios de atención domiciliaria. 
La paciencia y el esfuerzo de las familias y nuestros mayores se ha acabado. Por ignorancia o miedo, hasta ahora solo hablábamos entre nosotros; pero ha llegado el momento de reclamar nuestros derechos de una forma organizada. Desde la Asociación de familiares de residentes de Bizkaia Babestu estamos registrando evidencias de nuestra cruda realidad. Animamos a toda la ciudadanía afectada y preocupada a que canalicemos nuestras quejas y reclamaciones formalmente. Desde la asociación estamos dispuestos a dialogar con cualquiera y a participar allí donde nuestros testimonios tengan cauce. Ya lo hemos hecho con partidos políticos, organizaciones sociales y sindicales, trabajadoras, empresas… La administración foral no puede mirar a otro lado ante el panorama gris que se presenta, respondiendo que depende de unos terceros, cuando se pisotean derechos, sea el fundamental de la huelga o el de la atención social. No merecemos gobernantes que no sientan nada ante el dolor ajeno.

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